jueves, 28 de abril de 2011

El Humongosaurito no se rinde


Cuatro semanas desde el último post, demasiado para mi gusto.  Este blog es, antes que nada, un regalo para Santiago, para que cuando sea mayor (¿qué he dicho?) tenga un testimonio de momentos que temo se nos escapen de la memoria para poder relatárselos.  Así podrá enterarse no sólo de anécdotas sino de lo que su papá y yo sentimos y vivimos en este asombroso camino de acompañarle a crecer. 

Por eso siempre que podemos juntamos material y lo dejamos en el horno esperando a poder tener un rato para publicarlo.  Ya llegará. 

Mientras tanto nos alegramos de que esta mañana, después de cuatro días con sus noches, se haya despertado sin fiebre y más aún, nos alegramos de que después de 30 noches prácticamente ininterrumpidas de pesadillas, despertares en medio de llantos de terror, temblores imposibles de calmar, confusión y más lágrimas, haya podido dormir de un tirón, como siempre había sido.

Y puede que esta noche nosotros también podamos dormir de un tirón, con los huesos rotos pero una bonita sonrisa.

viernes, 1 de abril de 2011

Los riesgos de la ducha

 

Si creéis que este post va a hablar de los recaudos que se deben guardar en el hogar para proteger la seguridad de los menores, lamento deciros que no váis por buen camino.
Este relato se centra más bien en cuestiones psicológicas mucho más trascendentes que la de colocar una alfombra antideslizante en el suelo para evitar caídas o echarle un ojo para que las burbujas no lleguen a la puerta del ascensor.
Lo que al principio era un temor natural, "la ducha", ese monstruo de brazos líquidos que lo atacaba por sorpresa y además casi siempre por la espalda, pasó en cuestión de momentos a convertise de enemigo en aliado.  Así fue como hubo que desarrollar estrategias de supervivencia sobre todo para evitar inundaciones y estropicios variados.
La siguiente etapa es más relajada: taaaanto taaaanto se relaja ahora que no quiere salir del agua.  Pero según aumenta su felicidad, crece mi ansiedad y mis prisas y ya estamos de nuevo en problemas porque coincidirán conmigo que en el agua se está muy a gusto pero llega un momento en el que hay que salir.  Sobre todo en invierno.  Porque se enfría.  Que un rato está bien pero llevas ya una hora. Y la comida se me está quemando.
Y así llegamos al momento clave: le das la toalla, le ayudas (pero sólo un poco, que tiene que desarrollar autonomía), le metes los pies en los agujeros del calzoncillo para que él mismo termine de ponérselos, y le dejas a un lado el pijama, que ya sabe hacerlo solo.
Mientras intentas despegar el pegote del fondo de la olla subes el volumen de la tele, de este modo podrá escuchar desde el baño las voces de sus personajes esperando desde el interior del aparato a que acabe de vestirse para meter alguno de esos goles imposibles de lograr sin una "mano celestial".
Aquí es donde esperamos que aparezca el "happy end".  Pero la realidad no es matemática y mucho, muchísimo menos lógica.  En particular después de las ocho de la tarde.
Entonces llega el estallido, la llamada desesperada e irracional y, por supuesto, regada de gritos y lágrimas: Mamaaaaaaaaaaaaa!!! Es que la culpa es TUYAAAAAAAAA!!!!  Que no puedo salir del baño porque no tengo el calzoncillo y los dibujos ya empezaaaaaroooooonnnn!!!!  Mamaaaaaaaaaaaa!!!!! mis calzoncilloooooooossss!!!!  Ráaaaaaaaaaapidoooooooooo que me pierdo la nueva técnicaaaaa!!!!!!

No sé cómo pude pero logré mantener la calma y la sonrisa (que ya era casi carcajada, todo hay que decirlo), y sólo dije: A ver, mi amor, ¿te has mirado en el espejo?  Es que creo que los llevas puestos.
No puedo describir la expresión de su carita en ese momento pero creo que en esto del paso hacia la autonomía, todavía queda mucho por aprender.